La historia de "La Casa los Azulejos" puede remontarse hasta el siglo XVI cuando fue trazada la calle San Francisco (hoy Madero), una de las primeras colonias y por muchos siglos avenida más popular de la Ciudad de México.
En un principio fueron dos casas que se unieron por acuerdo matrimonial de dos familias criollas novohispanas: Graciana Suárez Peredo y el Segundo Conde del Valle Orizaba. Ella, una mujer joven con inmensa fortuna y él con posesión de un importante título nobiliario.
Fue precisamente la Quinta condesa del Valle de Orizaba quien mandó reconstruir la casona después de muchas transformaciones, convirtiéndola en todo un palacio, joya del barroco mexicano de principios del siglo XVIII y revistiendo sus fachadas con miles de azulejos policromos fabricados en Puebla.
Dicen que cuando terminó de vestir su exterior, causó tanta admiración, que todos los habitantes se concentraron a sus puertas para verla. Desde entonces la gente llama a este bello edificio "La Casa de los Azulejos".
Mucho del interior barroco construido en aquella época sobrevive: barandales de cobre, algunos de manufactura china y otros mexicanos; los guardapolvos de azulejo de las escaleras; las columnas churriguerescas de cantera del patio principal al igual que la fuente con remates de mosaicos; los remates de porcelana francesa del techo, de la fachada de Madero y también la del Callejón de la Condesa.
Aunque podemos incluir la fachada de la calle 5 de mayo como sobreviviente de las transformaciones del tiempo, ya que le fueron suprimidos más de 90 metros cuadrados cuando se abrió dicha calle a principios del siglo XX por orden del Gral. Porfirio Díaz.
La casa estuvo por más de seis años en manos del abogado Martínez de la Torre, cuando los Condes del Valle de Orizaba la pusieron a la venta en 1871.
A la muerte de dicho abogado, pasó a manos de la familia Yturbe Idaroff, última familia en habitarla.
En 1881 fue arrendada la planta alta al "Jockey Club" y la planta baja a una exclusiva tienda de ropa para dama hasta 1914, año en el cual, debido a que los Porfiristas habían brindado un banquete a Victoriano Huerta, celebrando el asesinato de Francisco I Madero después de la Decena trágica, el presidente Venustiano Carranza, indignado les arrebató la propiedad en 1915, entregándola para que pudiese ser ocupada por la casa del Obrero Mundial. Este hecho se prolongó únicamente un par de meses, ya que el dueño original, Francisco Yturbe, logró recuperarla antes de que los talleres y mítines obreros acabaran con ella.
En 1917, un americano visionario y emprendedor que teía un importante negocio de droguerías y fuente de sodas llamado "Sanborns Bros. S.A.", vió en Los Azulejos la continuidad de su negocio y la oportunidad de expansión.
Le tomó más de dos años remodelarla, techando el patio principal con vidrio emplomado, cambiando los pisos y agregando a las paredes del mismo comedor el mural de pavoreales, obra del pintor rumano Pacologue que fue contratado ex profeso en Nueva York y al cual le tomó un año terminarlo.
Otra aportación importante por aquella época, fue la del mural al fresco de uno de los muralistas más importantes, José Clemente Orozco, que lo terminó en 1925 titulándolo: "Omnisciencia" a solicitud de Paco Yturbe y con el visto bueno de los hermanos Sanborn. En 1978 la empresa "Sanborn Hnos. S.A.", adquirió la casa de la señora Corina Yturbe.
La Casa de los Azulejos es cuna de milagros, de un terrible asesinato en el siglo XIX y un sinfín de anécdotas divertidas que sería imposible resumir en este breve espacio. La casa ha resistido terremotos, inundaciones, las construcciones vecinas del edificio Guardiola y la Torre Latinoamericana, el subsuelo incierto de la ciudad, abandonos, hipotecas y todo tipo de alteraciones.
Desde 1919, gracias a Sanborns, sus puertas permanecen abiertas desde las 7 hasta la una de la mañana, siendo el único edificio virreinal vivo y el único monumento colonial que mantiene ese contacto tan íntimo con el ajetreo capitalino de todos los días
Después de su restauración (1993-1995) y un incendio menor sufrido en su segundo piso, se respetaron fielmente todas las etapas históricas de los azulejos; desde el Barroco, el Afrancesamiento del Porfirismo, hasta el Art Noveau y los dos murales que ya se encontraban en muy mal estado.
Crédito: Sanborn Hnos. S.A.
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