Ah, pero nunca falla. Yo iba saliendo felizmente de la casa de mis papás cuando escuchamos a un gato al otro lado de la avenida. Luego lo vimos correr, una mirruñilla y claro que cuando me arranqué ya tenía decidido que me iba a detener a socorrerlo.
Y era de verdad una cosita, un bebé. Pobrecito, tirado a media calle, hasta pensé que le habría pasado algo. Me bajé del coche a ver si lo podía levantar, estaba ahí echado a media calle y, ahora que lo pienso, antes no me arrollaron a mí, allí agachada en plena avenida. Pero cuando acerqué mi mano que sale corriendo el condenado. Lo seguí y corrió más, lo perdí de vista. El único consuelo que me queda es que al menos conseguí que se levantara de la mitad de la calle y se alejara de la avenida.
Chales, pero nomás me acuerdo de él y siento un golpe en el estómago, pobrecito. Con el frío que hace, y tan pequeñito, temo que no dure mucho por allí solo :(
A veces desearía no saber.
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